15 segundos.
Respiraba de forma ahogada. Ella también, solo
que no podía pronunciar palabra alguna por los espasmos que recorrían su
cuerpo. Me sentía orgulloso
aunque no terminé como ella pero fue mi dedición, tenía miedo de lo que provocaba en mí, por
eso no le dejé tocarme demasiado. No besé sus labios, y ganas no me faltaron
pero exactamente por eso lamí cada rincón de su cuerpo, para aplacar el deseo
que me ahogaba ya que no podía entregarme por entero, aún tenía su recuerdo en
el inconciente. Así que decidí saciar mi necesidad en parte, algo siempre es
mejor que nada, tenía un sabor dulce, tan diferente y nuevo para mí, despacio
la elevé muy alto y en mi mente la acompañé sabiéndome consciente y culpable de
sus gemidos y contracciones. El sexo oral siempre las enloquecía, era la mejor
forma de empezar pero mi amigo debía conformarse por el momento. Y mientras
nuestras respiraciones eran lo único que se podía escuchar en esa habitación mi
celular cambió todo a modo realidad inundando las cuatro paredes con su horrible sonido y eso
que yo mismo elegí esa
melodía.
-¿sí?...- al reconocer su voz me bajé de
la cama como un resorte-¿que tú qué?
Así comenzaron los quince segundos más
agobiantes de mi existencia.
Cuelgo sin pensarlo dos veces, ya hallaría una
excusa para eso. Primer segundo, me agacho a recoger mis cosas que se redujeron
a mi llave unida a un gastado Piolín, un pantalón donde deposité el celular y
una franela, perdí tres
segundos, dejé mi calzado. Nunca me alegré tanto por tener los calzoncillos
puestos. Pero antes del quinto segundo ya estaba cruzando la sala, el sexto lo
perdí abriendo la puerta y quedándome petrificado
al identificar a lo lejos una pequeña parte del bonete de un auto amarrillo
deducido como taxi asomándose en la entrada. Estaba en un segundo nivel de mi
linda vecindad, casas pegadas arriba y abajo, una escalera de hierro daba al
suelo y a un paso a mano derecha mi casa, tan cerca y a la vez tan lejos,
pensé. El séptimo segundo comenzó con mi inclinación para catapultarme por
encima de la barandilla con la mano que aferraba a Piolín mientras mi brazo
izquierdo sujetaba mi ropa, al caer al suelo había perdido el octavo segundo y
comenzaba el noveno con un fuerte dolor en las piernas, en el décimo abrí
frenético la puerta con mi llave desde entonces llamada Salvación. Cerré tras
de mí la puerta de un soplón, crucé sin mirar y traté de abrir la puerta del
baño sin éxito, décimo tercero... Perdido, entonces toqué más frenético
mientras perdía el décimo cuarto segundo, la puerta se abrió y se dejó ver
quien me había regalado tan llamativo llavero, crucé rápidamente dejándola de
pie sujetando su toalla con gesto confuso... Creo... La verdad no me fijé nada.
Ya dentro del baño con el décimo quinto segundo como el sonido que se escucha
cuando se da la respuesta equivocada en un concurso, despacio, me deshice del
calzoncillo y entré en la bañera, el agua fría me cayó por el cuerpo como
regalo del cielo mientras mi corazón galopaba desbocado. Momentos después
cuando salí del baño, sabía que ella me esperaba. No vi nada en la sala
entonces entré en mi habitación a la derecha del baño y la encontré sentada en
una esquina de mi cama.
-hola- le dije con mi mejor sonrisa mientras me
goteaba el cabello sobre el cuerpo mojado.
Me respondió el saludo con una sonrisa
maliciosa, no es que ella lo fuera...
-me dijo que te esperara aquí si quería, se le
veía un poco molesta- dijo escrutándome de la cabeza a los pies. Me sentí
desnudo con la toalla puesta.
-sí, bueno, casi la saqué a rastras del baño- le
informé con una sonrisa forzada.
Se puso de pie sin dejar su bulto.
-esperaré en la sala- dijo mirándome fijamente
-he visto todo lo que tienes pero ya no somos pareja.
Con esas palabras salió de mi habitación. Tenía
razón, ya no éramos nada más que amigos pero yo tenía otra idea en mente sino
¿por qué otra razón andaría por ahí saltando barandillas en calzoncillos?